Te prometo…

Las promesas no son solo palabras que salen de nuestra boca y que no tienen efecto en las vidas de quienes las reciben. Sino que son compromisos que adquirimos y a veces pactos que duran de por vida, como el matrimonio. Recordemos que una promesa se hace a veces con el corazón, y a veces por emoción. Las que hacemos por pura emoción, son muy peligrosas porque por lo general nunca se cumplen y nos producen muchos problemas, porque afectamos a quieres nos creyeron.

Recuerdo una historia muy impactante, que nos sirve para ilustrar una promesa hecha con el corazón. Hace muchos años, existió un hombre llamado Abraham. Este hombre junto a su esposa Sara, no podían tener hijos porque ella era estéril y además, ambos ya tenían unos añitos encima (eran mayores de 80 años) Un día Abraham recibió una promesa de parte de Dios, donde le decía que iba a ser padre de multitudes y que su descendencia iba a ser igual que a las estrellas del cielo.

Cuando Abraham vio con sus propios ojos, la promesa hecha realidad cuando tuvo a Isaac en sus brazos, tenía cien años.

Ahora bien, ¿puede una persona a esa edad engendrar un hijo?, ¿puede una mujer estéril y tener más de noventa años estar embarazada?, ¿puede un matrimonio a esa edad empezar a criar hijos?, la respuesta es si; Dios junto al cumplimiento de su promesa, dio todo lo necesario para disfrutarla.

Nosotros debemos cumplir lo que prometemos, para disfrutar de la alegría que produce. No abramos nuestras bocas para prometer cosas que nunca podremos cumplir y confiemos que, si el Señor nos prometió algo, Él lo cumplirá.

“No dudó de la promesa de Dios…sino que plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.”

Romanos 4:20, 21.